jueves, 21 de enero de 2010

Entrevista exclusiva con Evo Morales


Una Bolivia en combate permanente contra el capitalismo

PEDRO DE LA HOZ Enviado especial

LA PAZ, Bolivia.— El hombre que está frente a mí esta mañana de enero cuenta que en 1971, cuando tenía catorce años, en el ayllu (demarcación campesina indígena) donde creció, hubo una persistente sequía.
"En la familia tan solo teníamos un saco de maíz. No nos faltaba la carne de llama y oveja pero era la única cosa de comer que quedaba. Mi padre decidió sacarme de la escuela y me fui con él y con cincuenta llamas a buscar más maíz a otro lado del país. Viajamos siempre a pie durante una semana desde nuestra tierra, Orinoca, hacia Oruro y de allá, otra semana más, caminando hacia la región del valle. Un día llegamos a la carretera de Oruro a Cochabamba y cuando cruzábamos, pasó un autobús desde el cual los pasajeros tiraban peladuras de naranja por la ventana. Nosotros las recogimos y las comimos. A nuestra región llegaba una naranja al año y los tres hermanos nos la disputábamos. Desde entonces, mi gran deseo fue poder viajar un día en aquellos autobuses, lanzando peladuras de naranja por la ventana."
El testimonio revela tanto el origen como la sensibilidad de quien de manera oficial este 22 de enero tomará nuevamente posesión como primer mandatario de su país.
En el 2005 ganó con un 53,7% las elecciones generales y se convirtió en el primer indígena en encabezar un gobierno en la nación sudamericana. Cuatro años después, y luego de haber librado ingentes batallas por la dignificación de los suyos y vencer ataques injerencistas, divisionistas, desestabilizadores y hasta un plan terrorista urdido por la oligarquía y el imperialismo norteamericano, obtuvo en las urnas el pasado 6 de diciembre el respaldo del 64,22% de los electores, que lo validan para el mandato presidencial 2010-2015.
Evo nos recibe en el Palacio Quemado, sede del Ejecutivo en pleno centro de La Paz, frente a la Plaza Murillo. Como es habitual, viste una chompa e irradia sencillez en el trato. Tiene ante sí una agenda cargada de compromisos y debe despachar asuntos urgentes, pero siempre se las ha arreglado para satisfacer las exigencias de un breve cuestionario.
¿Cómo interpreta la amplísima votación recibida por usted y los candidatos del Movimiento al Socialismo- Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos en las elecciones del 6 de diciembre?
Ganamos con el 64,22% del sufragio, pero si fuera permitido que votaran los niños, estoy seguro que un 75 u 80% de la población nos hubiera respaldado. Solo están en contra pequeños grupos de oligarcas, de terratenientes que aún existen, de gamonales, que no quieren a su pueblo ni a su patria. Y solo quieren la patria para aprovecharse de ella. Si se acercan al pueblo es para explotarlo.
Este proceso se ha dado con mucha fuerza, pese a las dificultades que hemos tenido para socializar las ideas por la falta de acceso a los medios de comunicación. Pero más temprano que tarde, el pueblo boliviano ha aprendido a expresarse y a manifestar su verdad democráticamente, de manera legítima y con mucho sentimiento humano, con mucha conciencia social. A eso se debe el triunfo.
Desde el 2005 hasta estas elecciones, esa demostración de la voluntad popular no ha dejado de ir en ascenso. Es como una locomotora. Y esa es la calidad de los principios de este movimiento político de liberación, de reivindicación, pero también de cuestionamiento a un modelo que hace tanto daño a la humanidad. Nuestra orientación ideológica defiende la vida, defiende a la Madre Tierra. Por tanto es un movimiento político del pueblo pensado primero para resistir y luego derrotar al capitalismo.
Lo dijimos clarito en la campaña. Somos sinceros. No por captar votos vamos a hacer concesiones de principios. No tenemos que comprar votos como hacen otros partidos. Ese mensaje contra el capitalismo lo proclamamos y el voto de más del 64% fue por un proyecto anticapitalista.
¿El respaldo es solo cuantitativo o tiene también un componente cualitativo?
Los que votaron a nuestro favor lo hicieron a conciencia de que promovemos dignidad, una ética en el gobierno, un compromiso de lucha contra la pobreza y la exclusión. Votaron sabiendo que nos pronunciamos contra la injerencia del imperialismo. Y claro que votaron por la unidad de Bolivia, esa que trataron de dañar ciertos elementos separatistas que llegaron incluso a urdir un plan terrorista para atentar contra la vida.
Los que votaron a nuestro favor lo hicieron también por la honestidad y la transparencia.
¿Qué siente usted cuando somete sus ideas y proyectos al escrutinio popular?
Creo en la democracia participativa. Quienes creemos en ese concepto de democracia, que nada tiene que ver con las prácticas de los neoliberales ni con la demagogia, no tenemos miedo a exponer nuestras ideas. Allá otros que sí le tienen miedo a los cambios que estamos generando desde el gobierno, cambios respaldados por la mayoría de los bolivianos.
¿Pulsó nuevos sentimientos entre la gente durante la campaña?
He recorrido todo el país varias veces a lo largo del primer mandato. Por tanto no fue algo nuevo hacerlo durante la campaña. Lo que sí resultó muy estimulante para mí fue verificar cómo nuestro mensaje se ha extendido en lugares tradicionalmente manipulados por la oligarquía; cómo los jóvenes, las mujeres, los profesionales de la clase media, nos han aceptado como la única alternativa válida para desarrollar el país y construir una sociedad inclusiva, con verdaderas oportunidades para todos. Porque en nuestro programa se han tomado en cuenta todas las propuestas posibles.
¿En qué medida la nueva etapa de gobierno profundizará la transformación del país?
Primero quiero recordar lo que me ocurrió hace unos años. En una oportunidad, aunque iba de paso, no me dejaron entrar a un hotel en Sapahaqui, a 57 km de La Paz. Cuando me explicaron las razones, resultó que en ese momento se efectuaba allí una reunión en la que el entonces candidato presidencial Gonzalo Sánchez de Lozada escuchaba a un grupo de asesores norteamericanos para elaborar su programa de gobierno. Como ves, antes los gobiernos neoliberales escuchaban recomendaciones de asesores extranjeros para elaborar sus programas, mientras que hoy recogemos las reivindicaciones y sugerencias del pueblo en todas las regiones para construir una propuesta que fortalezca un proceso de cambio que beneficie a todos los bolivianos y no a sectores privilegiados. Contamos con una nueva Constitución Política, aprobada por referendo popular en enero del año pasado. La Asamblea Legislativa Plurinacional tiene ante sí, como tareas impostergables, la aprobación de leyes que inspiradas en esa Carta Magna allanen el camino de nuestro proceso.
¿Cree más que nunca en la fortaleza del Instrumento Político?
En su origen el MAS partió de uno de los sectores más abandonados, más despreciados, más vilipendiados, como lo es el campesino indígena. En realidad lo que fundamos en 1995 fue el Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos, pero como había que legalizar el movimiento, tomamos las siglas de un partido pequeño que ya estaba formalizado en el registro electoral. Ese nuevo movimiento propone un nuevo país, con nuevos predicamentos políticos e ideológicos, un nuevo programa de gobierno y también con nuevos actores, los movimientos sociales.
Buscamos un nuevo modelo de país, con dignidad, con igualdad, con humanismo, con unidad, con solidaridad, con reciprocidad, y sobre todo con complementaridad. Y eso lo han ido entendiendo y apoyando cada vez más sectores de la sociedad boliviana.
¿Le tomó por sorpresa el dominio de los dos tercios de los curules en la nueva Asamblea Legislativa Plurinacional?
Yo sabía que íbamos a conquistar los dos tercios de la Asamblea. Si esta mesa en la que conversamos tuviera boca, hablaría de los cálculos que aquí mismo hicimos. Con los diputados, no debía haber problemas para garantizar la amplia mayoría. Pero al dar seguimiento a la posibilidad de tener esos dos tercios en el Senado, nos dimos cuenta con semanas de antelación que podíamos obtener entre 24 escaños en el peor de los casos, y en el mejor 28. Al final, la realidad promedió esas estimaciones y conquistamos 26.
¿Cómo sueña a la Bolivia de la próxima década?
Bolivia no tendría que ser vista en lo adelante como el último o penúltimo país de Sudamérica. Una Bolivia donde los derechos humanos sean respetados por el Estado Plurinacional. Que garantice al ciudadano vivienda, educación, salud, agua, energía, derechos humanos. Y algo tan sagrado como la alimentación. Luchamos por la soberanía alimentaria.
Una Bolivia en combate permanente contra el capitalismo. Será una lucha larga a mediano o largo plazo, pero siento que estamos muy bien posicionados junto a otros países donde se gestan procesos de emancipación.
El resultado de las elecciones nos obliga a redoblar responsabilidades, para atender demandas, pero también para corresponder a ese sentimiento liberador de nuestro pueblo.

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